Konstantino Miciu Nicolaevici llegó al país con su familia en 1949. A pesar de los dolores de la guerra europea, traía una fe inquebrantable. Gracias a ella y a una formación artística académica, le dio continuidad a su vocación en lo que sería su etapa americana, en este suelo donde crecen sus descendientes…
Konstantino Miciu Nicolaevici llegó al país con su familia en 1949. A pesar de los dolores de la guerra europea, traía una fe inquebrantable. Gracias a ella y a una formación artística académica, le dio continuidad a su vocación en lo que sería su etapa americana, en este suelo donde crecen sus descendientes.
Refiriéndose al sentido de la obra del hombre, su amigo Vladimir Martzinkovsky, en una carta le hablaba de ideales: “hacer triunfar la belleza por sobre el desorden de la fealdad en el ámbito de la contemplación humana y producir en el hombre la sed de materializar lo bello”. Con esa inspiración trabajó Konstantino y formó a sus hijos Demetrio y Georg.
Años después, inauguraron “Tres Generaciones Miciu Nicolaevici” en el Museo Nacional de Arte Decorativo, idea primaria de una incipiente gestación. En 2006 se publicó el libro “Georg” que narra la trayectoria artística y de vida del menor de los hermanos, resultado de su empuje y el de Jorge Bonzano, inseparable compañero en la senda de fe elegida, en pos de realizar los sueños. Esa edición fue la simiente que germinó cuando Jorge impulsó la idea de brindar un marco apropiado para las obras de “tres generaciones de artistas de excelencia”, como él las llama. Compartió con Georg la iniciativa de construir el edificio que motiva este catálogo.
Era un desafío de grandes proporciones, pero los animaba la idea de lograrlo transitando por un camino de convicciones, recorriendo aquellas obras preparadas de antemano por el Creador; sin ayudas oficiales o privadas, eludiendo banalidades y buscando el sentido más profundo, que es comprobar su amparo.
Después de cinco años de inversión y esfuerzos -atravesando la huella invisible que une lirismo y espíritu emprendedor- abrió sus puertas Colección Georg, un proyecto que logra equilibrio entre el edificio y las obras que contiene. Florecía, por fin, aquella semilla sembrada en tierra cordillerana. Quien le da nombre y la renueva con su labor es el eje de ese universo artístico que gira a su alrededor, donde la luz tiene un rol esencial. Allí se exhiben los trabajos de diez integrantes de la familia Miciu, acompañados con pinturas y esculturas de autores con características similares, adquiridas a lo largo de mucho tiempo y que son, en su mayoría, de artistas patagónicos.
Para Bonzano la propuesta es que en la Colección cada visitante encuentre al ingresar y se lleve al despedirse “una semilla de valor incalculable… Si esto de algún modo ocurriera, daría verdadero sentido a tantos años de trabajo”, sostiene.
Para Georg, está destinada a quienes les agrada lo bello y amable. El mensaje que se propone está en las palabras del crítico parisino Raymond Clermont, cuando dice al contemplar su obra: “Por los ojos entra un canto que brota directamente de la naturaleza para el placer y la edificación del alma, sin vano cerebralismo mórbido; la salud, la vida, la armonía”.
Colección Georg no es un museo tradicional ni una galería. Es una morada patagónica para el arte, gracias a un itinerario de perseverancia y fe que -como se sabe- puede mover montañas. Y en este caso se propone “materializar lo bello”, como planteaba la carta que atesoró Konstantino.