Hacia el final de los ‘70 el húngaro Iván Morics Karl, discípulo de Axel Amuchástegui, llegó a San Martín de los Andes después de una estadía en Buenos Aires. Se instaló en una cabaña inmersa a orillas de lago Lolog. Desde ese alejado y solitario rincón pinta flora y fauna de la zona a través de un hiperrealismo que él dota de atmósferas particulares y convierte a sus aves, animales o plantas en objetos de admiración.
Iván estuvo vinculado a la Tryon Gallery de Londres, expuso en Johannesburgo, Sudáfrica, y en la actualidad sigue en el lejano extremo del lago Lolog, lugar que eligió para vivir y pintar.
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